Se
dice que estamos ante la generación más preparada, una generación
que, sin embargo, carece de las oportunidades necesarias para
demostrar esa preparación y se encuentra actualmente ahogada por el
paro y el subempleo. Las reformas educativas que plantea el gobierno
del PP retoman esa idea y le dan la vuelta. No estamos ante la
generación más preparada; estamos ante una generación
excesivamente preparada.
Las
políticas de ajuste que se están poniendo en marcha en España
tienen como objetivo, además de tapar el enorme agujero del sistema
financiero, crear un modelo de crecimiento basado en una
desigualdad creciente. La competitividad exterior pretende lograrse a
través del abaratamiento sostenido de los costes laborales, a través
de la creación de un ejército de trabajadores pobres que estén
dispuestos a trabajar por salarios de miseria. En este modelo la
generación más preparada no tiene demasiada cabida. La reforma de
la educación debe entenderse no sólo en un contexto de recortes del
gasto público sino como parte de un proceso de acomodación de las
expectativas de las clases medias; un proceso en el que la clase
media asuma sin resistencias, su propia destrucción.
¿Para
qué sirve el sistema educativo?
Podríamos
resumir en tres las funciones del sistema educativo: a)Transmitir los
valores dominantes en la sociedad; b) generar las cualificaciones
técnicas necesarias para el sistema productivo y c) seleccionar a
los alumnos para que ocupen diferentes puestos en la estructura
ocupacional. Dependiendo del enfoque desde el que se estudie la
educación se da más importancia a unas que a otras.
Los
positivistas, por ejemplo, ven el sistema educativo como un sistema
técnico, como una máquina que hay que ajustar y engrasar para que
produzca lo que necesitamos: trabajadores formados para los trabajos
que demanda el mercado. Hablan, entre otras cosas, de que el sistema
educativo actual es un sistema anacrónico porque está pensado para
la sociedad industrial y que hay que adaptar ese sistema a la
sociedad de la información.
Otros
enfoques se preocupan más por la función que tiene la escuela en la
preparación de futuros ciudadanos: la educación en los valores
comunes. En este aspecto la polémica suele surgir porque diferentes
grupos sociales no se ponen de acuerdo en cuáles son esos valores
comunes. Sectores importantes de la Iglesia consideran, por ejemplo,
que enseñar en el respeto a la diversidad es adoctrinamiento; pero
reciben una parte importante del presupuesto de educación para
sostener sus colegios católicos. Podríamos debatir también sobre
los efectos que podría tener, a nivel de cohesión social, el actual
sistema de educación concertada si cada comunidad religiosa
pretendiese montarse su propio colegio segregado del resto de
religiones; pero no es el lugar.
Por
último, existe un enfoque crítico que denuncia que el sistema
educativo está diseñado para reproducir y legitimar las
desigualdades sociales. Dicen que el sistema está pensado para que
los alumnos de las clases más favorecidas obtengan mejores
resultados y títulos más elevados y, de esta manera, accedan a
puestos de trabajo mejores. A diferencia de los monarcas que
transmiten su posición por gracia divina, o de los capitalistas que
transmiten sus propiedades a través de la herencia, un puesto de
alto funcionario no puede transmitirse directamente a los hijos.
Sería algo inaceptable. La función de transmisión de esos puesto
de trabajo cualificados se produce, por lo tanto, a través del
sistema educativo. Los contenidos y las aptitudes que exige el
sistema educativo son los que las clases media y superiores adquieren
en su entorno social y familiar y, debido a ello, estas clases tienen
muchas más posibilidades de tener éxito en la escuela.
Los
tres enfoques aportan aspectos interesantes y son susceptibles de
generar debates en torno a la política educativa. Diferentes grupos
sociales, partidos políticos, etc. van a utilizar en sus
planteamientos argumentos que parten de uno u otro enfoque. El
enfoque crítico, sin embargo, es uno de los más olvidados,
especialmente por la derecha aunque también por sectores que se
autodenominan de izquierda; pero que siguen defendiendo que el logro
educativo debe ser una fuente de privilegios.
Aristocracia
versus Igualitarismo: luchas dentro del sistema educativo
El
sistema educativo no es una organización homogénea con unos
objetivos claros. La educación es un proceso en el que participan
una multitud de agentes: políticos, legisladores, educadores,
padres, alumnos, etc. Dentro del sistema educativo se dan procesos
contradictorios. Podríamos dividir esa multitud de procesos en dos
tipos. El primer tipo abarcaría los procesos selectivos, que buscan
seleccionar a los “mejores”, orientar a cada alumno a una
formación y a un empleo “acorde a sus capacidades”; y a su clase
social. Para justificarse utilizan argumentos del primero de los
enfoques de la educación que vimos anteriormente, el que decía
“preparar para el mercado de trabajo”.
El
segundo tipo de procesos se refiere a los procesos igualitarios que
tratan de hacer precisamente lo contrario: reducir las desigualdades
sociales a través de una educación inclusiva en la que se se dé
cabida a la diversidad cultural -étnica y de clase social-.
Los
dos procesos están presentes en el sistema educativo actual, aunque
con un claro predominio del primero. El sistema educativo tiene una
clara función de selección, creación y legitimación de
desigualdades.
“Haber
estudiao”: El logro educativo como legitimador de las desigualdades
Casi
nadie en nuestra sociedad cuestiona que una persona que tiene una
carrera universitaria debe tener un salario mayor que una que no ha
conseguido obtener el Graduado Escolar. No quiero decir que no sea
cuestionable, que por supuesto lo es; solo que, por lo general, no se
cuestiona. La posición social de la clase media se legitima a través
del logro educativo; es decir, su posición de estatus, sus ingresos
más elevados, sus condiciones laborales, mejores que las de los
“trabajadores no cualificados”, se justifican porque han
completado unos estudios universitarios o una formación técnica
superior.
En
este sentido, habría que decir que el sistema educativo contribuye a
crear la ficción de la igualdad de oportunidades. El que tiene un
salario bajo, un trabajo en malas condiciones, el que está
desempleado, es porque no se ha esforzado lo suficiente en sus
estudios o porque no es lo suficientemente bueno. El sistema
educativo funciona como un filtro que asigna a cada individuo a una
posición de la jerarquía social en función de los resultados que
haya obtenido.
Es
algo sobradamente demostrado por décadas de investigación
sociológica que la clase social a la que se pertenece es un factor
clave en el éxito educativo. Es decir, las clases medias y altas,
aún en un sistema de escuela pública, igual para todos, tienen unos
mejores resultados que los alumnos de clase trabajadora. Si tenemos
en cuenta la importancia de los colegios de élite, de las escuelas
privadas concertadas que seleccionan a su alumnado en base a la clase
social o a la pertenencia étnica, el potencial de la escuela como
instrumento de reproducción de las desigualdades es aún mayor.
La
universidad como fábrica de parados: el exceso de formación
A
pesar de que el fracaso escolar en España sigue siendo mayor que en
otros países europeos, hay un porcentaje creciente de la población
que accede a estudios universitarios. La universidad ha dejado de ser
un coto para ricos. Las expectativas de mejora, de movilidad social,
llevan a las familias de clase obrera a invertir en educación, a
tratar de que sus hijos obtengan una carrera universitaria o, cuando
menos, una formación profesional técnica que les ayude a mejorar su
posición social respecto a la de sus padres. Este es el origen de la
generación más preparada. El advenimiento de esta generación de
jóvenes universitarios de clase trabajadora es un obstáculo para el
funcionamiento del sistema educativo como reproductor de las
desigualdades.
Hay
mucha “gente preparada” pero pocos empleos para “gente
preparada”. La estructura económica es la que es. Decíamos que el
sistema educativo hace de filtro para asignar las posiciones dentro
de la jerarquía. Pero si la estructura económica no cambia de
manera sustancial, un aumento en las cualificaciones lo único que
hace es que los requerimientos de acceso a los empleos tiren hacia
arriba. Donde antes se exigía una licenciatura ahora se exige un
master y donde se exigía FP se exige una Licenciatura. El capital
social -los contactos, conocidos, enchufes,..- también se convierten
en un factor fundamental para convertir los títulos en empleos de
clase media. El título pos sí mismo no es suficiente. Lo que
realmente importa es la cualificación relativa: si tienes más
formación pero los demás también la tienen, no tendrás opciones
de lograr un trabajo mejor.
Es
cierto que un aumento de la formación media de la población ha
contribuido en algunos países, o en algunas regiones, a una mayor
especialización en actividades relacionadas con el conocimiento, la
investigación etc. Estas actividades tienen un importante potencial
a nivel de competitividad. Pero la implantación de ese modelo no
depende sólo de la formación que tengan los trabajadores sino que
está condicionado por las estrategias de inversión de las empresas
y, en el caso de España, sabemos que las pautas de inversión
estaban sobre todo orientadas hacia el sector inmobiliario.
En
cualquier caso, desde una postura de izquierdas no se debe defender
la inversión en el sistema educativo sólo desde el argumento que
afirma que el conocimiento genera productividad y nos hace más
competitivos. Conviene recordar que un sistema educativo igualitario
puede ser una ventaja desde el punto de vista de la productividad;
pero sobre todo es una ventaja desde el punto de vista de la justicia
social. Un sistema educativo igualitario forma ciudadanos más
preparados para la vida política y social, no solo para la vida
productiva. Un sistema educativo igualitario provocaría que no
naturalizásemos las desigualdades sociales, que consideráramos
ilegítimo que un ingeniero cobre cincuenta veces más que una
empleada del hogar. No sólo busca que todos los alumnos
independientemente de la clase social a la que pertenezcan obtengan
un título y unos conocimientos; también busca que los alumnos
aprendan que las personas tienen derechos -a un trabajo digno, a una
vivienda, a la sanidad...-, independientemente de si han estudiado o
no.
El
sistema educativo actual tiene algo de igualitario -poco-; pero, si
se aplican las políticas que parece que se aplicarán, está
destinado a convertirse en un sistema crecientemente aristocrático.
La escuela pone en el mismo espacio a personas de diferentes clases
sociales y de diferentes orígenes étnicos. Es un espacio de
diversidad cultural. El ministro Wert plantea reducir la enseñanza
gratuita a la franja 6-16 la que se corresponde con la educación
obligatoria. En la franja de la educación infantil, esto puede
provocar una mayor segregación de clase y de etnia. Obligando a
pagar tasas en la educación pública infantil, se favorece que las
clases medias y altas envíen a sus hijos a colegios privados. Además
puede provocar la escolarización tardía de muchos niños de clases
desfavorecidas.
Por
otro lado, en la educación postobligatoria, medidas como el cobro de
tasas en Bachillerato y FP, el aumento de las tasas universitarias o
el cierre de universidades, con el consiguiente aumento de los costes
de desplazamiento, buscan que cada uno los escalones educativos sea
progresivamente más elitista. A cada clase social le corresponde un
nivel educativo y una posición en la estructura ocupacional y no
conviene franquear ni confundir los límites.
Por
último, las medidas orientadas a recortar el gasto corriente, sobre
todo gastos de personal, además de destruir centenares de miles de
puestos de trabajo suponen un deterioro claro de la educación:
aumento de las ratios alumnos por profesor, reducción de horas de
preparación, no cubrir bajas, etc. Esto es especialmente preocupante
en el caso de la educación pública a la que los colegios
concertados tienden a “derivar” -muchas veces con artimañas
claramente ilegales- a aquellos alumnos que considera más
problemáticos de educar. Una educación de calidad que atienda la
diversidad y proporcione un trato individualizado, en función de las
necesidades del alumno, es imposible en un contexto de clases
masificadas. Con recortes de personal va a ser imposible poner en
marcha el sistema de educación por competencias, un nuevo sistema de
enseñanza que venía implantándose en los últimos años. Es un
retroceso de décadas.
La
clase media pierde su función: se necesitan pobres, sobran
universitarios
La fase expansiva en la que ha estado inmersa la economía española
hasta la crisis de 2008 se caracterizaba por un aumento importante de
la capacidad adquisitiva de las clases más humildes basado en el
crédito. Este modelo de crecimiento basado en el crédito hace
compatible -hasta que estalla la burbuja- el elevado consumo y los
salarios bajos. El crédito es perfecto en este sentido. Es una
superación temporal de las contradicciones de la acumulación
capitalista. Las empresas pueden pagar poco y, sin embargo, no tienen
problemas para vender sus mercancías porque los trabajadores aún no
teniendo dinero, pueden pedirlo prestado.
Con la crisis financiera de 2008 el crédito se estrangula. El modelo
colapsa porque se sustentaba en una ficción: que trabajadores y
empresas iban a ser capaces de pagar sus deudas. La clase media de
los últimos años era, en gran medida, una clase media nacida del
crédito, una clase impostada. Si miramos al mercado laboral tenemos
una precariedad creciente, un mercado dual cuyo sector más
desaventajado se caracteriza por unos salarios que no llegan siquiera
a cubrir las cuotas de una hipoteca, etc. Desde el punto de vista del
consumo, sin embargo, muchos de estos trabajadores precarios se
convierten en clase media. El crédito les permite acceder a bienes
de consumo, vacaciones en continentes lejanos, segundas viviendas. No
hay que olvidar, tampoco, que hay una masa importante de los
trabajadores que no van a tener acceso al estilo de consumo de la
clase media; pero podríamos decir que hay una masa importante de la
clase trabajadora precarizada que se comporta en el mercado de
consumo como clase media.
La crisis financiera y el fin del crédito acaban con este modelo
dejando además un agujero en los bancos de dimensiones astronómicas.
La historia la conocemos sobradamente, el agujero se está tapando
actualmente a cargo de los contribuyentes y en detrimento de un
sector público en el que se produce la destrucción de miles de
puestos de trabajo en condiciones favorables.
Se necesitan pobres. El modelo de sistema educativo que está
plateando el actual gobierno es un modelo en consonancia con la
sociedad crecientemente desigual que plantean como salida a la
crisis. Un modelo de empleo precario, de salarios de miseria que
sirvan para que las grandes empresas puedan ser competitivas en el
exterior. Porque lo que no puede rebajarse en el capitalismo es el
beneficio de las empresas. España se convierte en periferia. Pero
recordemos, la periferia se caracteriza por la desigualdad y por la
pobreza de la mayoría; sin embargo, es un terreno propicio para
hacer negocios. La pobreza es también fuente de riqueza.
Si se necesitan pobres es natural que se prescinda de la enseñanza
universitaria. Los universitarios pobres son problemáticos porque
ponen en cuestión la legitimidad del sistema. El gobierno sabe que
tiene que acabar con la paradoja de la generación más preparada.
Recortar en educación no es una forma más de recortar. Es una forma
de legitimar la creciente desigualdad, es una forma de que tomemos
por cotidiano el incipiente abismo que se abre entre nosotros.
2 comentarios:
El artículo es brutal. Ánimo, espero tus próximos escritos.
Un saludo
Después de leerme creo que solo puedo Felicitarte!
Desde mi punto de vista estamos en un estado en que las clases mas acomodadas al verse "amenazadas" por la clase obrera, han decidido fomentar la política de la incultura, ahogando e imposibilitando el acceso a la educación de calidad a través de un gobierno que se preocupa mas de cuidar el actual sistema financiero y quedar bien en la foto de cara al resto de la UE, que no de cuidar a propio pueblo.
Saludos
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